En el crepúsculo del tiempo, ante mí se despliega la cuenta regresiva de mi existencia efímera, deudos expectantes, aguardan mi partida, ¡Oh, inquietos acreedores, tened paciencia! En el mercado de los días, se exhiben los monigotes, herencia viva de este año caduco que concluye: A Juan lego sus deudas, pesadas como sombras, a María, viuda de esperanzas, sin compañero. A Luis, mi testamento trae paz, amor, salud, y a Rosa, en su destino, cuatro maridos. A Roberto, un cáliz repleto de néctar de naranja, a Jorge Benítez Cañizares, la Gobernación de Esmeraldas, a Angélica Zambrano, la divina presencia, a Michel, senderos nuevos entretejidos de proyectos, y a Christian, mi legado es la esencia pura de la poesía. Las sombras del año agonizante, desvanézcanse, consumidas en las llamas danzantes del monigote, abrillantando el umbral del año que nace radiante, hasta el próximo ciclo de luz y sombra, nos encontraremos.