En la vereda existencial danza,
bajo el dosel de árboles lozanos,
un sendero que invita a la esperanza,
donde el aroma a campo es soberano.
Momento aceptable, existencia en paleta,
de matices regulares, mas profundos,
analizo la vida, mi ruta concreta,
buscando el sentido entre vagos segundos.
¿Qué es el ser sino un suspiro,
un destello en la arista del tiempo?
En la caminata, en el giro,
entre árboles de un campo sin miedo.
No en la metrópolis, ni su alarde,
ni entre comercios ni supermercados,
sino en el sendero, en el bosque alarde,
donde el alma se libera de fardos.
Existencial resplandece entre hojas,
tintadas de un campesino fervor,
un deleite que a la ciudad despoja,
donde el camino es su propio andador.
No es la prisa ni la agitación,
es la calma del caminar reflexivo,
bajo la sombra de la contemplación,
donde el existir se torna festivo.
No precisa el sexo, ni la multitud,
existencialismo en la quietud halla,
en la presencia del campo en la actitud,
de los grandes árboles que la vida embalsama.
En el sendero, en los giros serenos,
la compañía se encuentra en el viento,
entre hojas y sueños, sin desvelos,
existir es un arte, es un aliento.
Así, los árboles, como Hӧlderlin canta,
son la fuente de una dicha desmedida,
en su sombra, la existencia encanta,
y el existencialismo se viste de vida.
Comentarios
Publicar un comentario