En la madrugada
de un día sábado dos o tres individuos sustrajeron seis caballos del hato
ganadero de la finca del señor Montes, que se hallaban en un potrero.
Los vaqueros
quienes utilizaban estos caballos para pastorear, al darse cuenta del robo,
comunicaron vía telefónica al señor Montes, quien se encontraba en la capital
de la provincia a varios kilómetros de la finca.
Luego al
término de la distancia y de transcurrido el tiempo en dirigirse a la finca
desde la ciudad, al llegar con Kistoforus, un acompañante nos esteramos con más detalles de lo sucedido y salimos en su
camioneta a inspeccionar por donde los podían haber sacado.
António uno
de los vaqueros se dio cuenta de que habían unas huellas de pisadas de los
caballos por un sendero de segundo orden de tierra que conduce a la playa anexa
a la carretera asfaltada que cruza la finca.
En este
instante el señor Montes llama a la policía quienes después de un momento
llegaron en dos patrulleros. Inspeccionamos el lugar junto a la policía ellos
no dieron importancia a estas huellas y se fueron, pero los vaqueros quienes ya extrañaban
a los caballos, continuaron con la pista
que los llevo hasta la playa, aquí preguntaron a unos pescadores que se
encontraban en una embarcación de pesca, dijeron que al amanecer pasaron dos
individuos tirando de unas cuerdas a los caballos, es por este motivo que se
siguió con los indicios.
Nosotros en
la camioneta llegamos por el camino empedrado a la playa y nos encontramos con
los vaqueros que venían siguiendo el rastro.
En la parte
en donde terminaba el camino empedrado y empezaba la arena de la playa estaban
las huellas de los cascos o pisadas de los caballos lo cual indicaba que
probablemente estaban es este lugar, se empezó a buscar en esta zona.
En cierto
momento extraordinario se escuchó relinchar. Es cuando se ponen en máxima
alerta e intensifican la búsqueda hasta que el vaquero Luis se para en la silla
de su caballo y logra divisar a uno de los caballos que se habían robado.
El pasto
alto y seco imposibilitaba verlos, estaban amarrados a un arbusto bajo la
sombra, listos para ser embarcados probablemente en un camión por la noche y ser vendidos o llevados al matadero para ser
procesados y convertidos en mortadela.
Nosotros
estábamos ese momento un poco alejados del lugar en donde se hallaban los caballos, los vaqueros nos comunicaron la
novedad vía telefónica, de inmediato en la camioneta doble cabina del señor
Montes nos dirigimos al sitio, así mismo comunicamos a la policía.
Una vez allí
todos reunidos, propietario, vaqueros, empleados, amigos y policías analizando
lo sucedido decíamos que embosquemos a los pillos y los atrapemos cuando vengan
por el botín, pero advirtiendo la posibilidad de un enfrentamiento peligroso y
la hora tardía, la policía nos recomendó que retiremos los seis caballos de
este lugar abandonado convertido en guarida de ladrones y cuatreros.
Luego los
seis caballos fueron conducidos por un largo trayecto a la finca, llegaron
triunfantes en hilera escoltados por los vaqueros, contemplamos llenos de
alegría su presencia en donde se los
llevó al río para que bebiesen agua, se hallaban muy sedientos luego se los
condujo al potrero para que comiesen el pasto.
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